“Al filo…” el desgarrado grito de la danza a la conciencia de los mexicanos
Comunidad7
Danzarena AC crea un espectáculo vivo y en constante evolución para denunciar la pasividad de la sociedad frente a las injusticias
El colectivo Danzarena AC presentó el jueves 19 de junio el espectáculo “Al filo…” con el majestuoso hall del Centro Cultural Universitario Quinta Gameros como escenario.
Una coreografía en la que la bailarina y directora de Danzarena AC, Cynthia Aguirre,expresa a través de la danza un grito de denuncia social, con el que critica muchos de los conceptos que encadenan al ser humano a las convenciones sociales, que apaga gritos y acalla conciencias.
La danza como herramienta, como arma que fluye alrededor de una puesta en escena en la que los objetos con los que cubrimos nuestros cuerpos y nuestras mentes –vestidos, banderas- cobran protagonismo.
Cynthia Aguirre va más allá de las limitaciones que la danza clásica le pueda presentar, por lo que explora su cuerpo a la búsqueda de nuevas plasticidades, nuevos retos expresivos para una bailarina con sólidos cimientos en la danza clásica y contemporánea.
De ese modo, como la propia artista reconoce, este trabajo es la expresión de las cosas que la mueven, que la hacen sentir, para con ellas hacer un todo a través de la expresión corporal, incorporándolo a la coreografía.
En su puesta en escena realiza toda una declaración de intenciones al mostrar al público una cartulina en la que se puede leer “Yo no quiero hijas obedientes porque de personas obedientes esta hecho el reino de los cielos y yo no quiero reinos ni reyes en el cielo”.
A través del hilo conductor de la obediencia debida a tantas personas, organismos, símbolos, la artista se cuestiona como esa obediencia se arraiga en los problemas que azotan a la sociedad actual, las leyes, los gobiernos, las injusticias, que van creando una sociedad en la que nadie se cuestiona nada, limitándose a obedecer.
La danza con la bandera, llena de simbolismo, expresa la sumisión a los símbolos a través de la que los poderosos ejercen su control sobre el pueblo, apelando al respeto de esos signos en los que se fundamenta el país, pero que ellos mismos prostituye, retuercen y usan a su conveniencia para asegurarse la sumisión final en nombre de la patria. Todo se vende, el silencio, el grito, la patria, todo.
Enlaza de ese modo con los vestidos, que se convierten en una segunda piel, que distingue al rico del pobre, al soldado del político, de cómo la indumentaria marca el trato que una persona recibe cada día, todos adoramos al bien vestido y execramos al humilde.
Los cambios de vestido, como cambios de piel, de apariencia, de discurso, ante la mirada de la gente, a la que cegamos con la ilusión de la tela, evitando mostrarnos tal cual somos, ocultando a los ojos de los demás nuestra verdadera esencia.
Una excelente selección musical acompaña la puesta en escena, con temas diferentes para cada bloque, a través de la cual Cynthia Aguirre expresa por medio de la danza contemporánea toda su esencia clásica, mostrando una gran fuerza, tanto física como expresiva, que sobrepasa los límites de la danza, incursionando entre el teatro, el performance, sin dejar de lado el alma de bailarina de Aguirre, que llena la escena en todo momento.
La artista usa una pantalla para proyectar un video en el que construye una casa de papel, al tiempo que lo hace frente al público de manera simultánea, hasta que finalmente la casa del video arde, ante la mirada de la bailarina, donde se hace patente la fragilidad de los sueños que construimos alrededor de nuestras familias y la facilidad con la que las llamas pueden convertir nuestras vidas en humo.
Cierra el espectáculo la constatación de que todos somos testigos de todas estas cosas, cómplices de callar lo que nuestros ojos ven, para lo que los plasma a través de la fotografía que proyecta en la pantalla diferentes ojos, espejos de un alma en descomposición que silencia lo que vemos cada día.
Danzarena y Cynthia Aguirre demuestran una vez más el tremendo poder del arte para despertar conciencias.
Como se puede se consciente del hecho artístico y al mismo tiempo vivir pisando la realidad, fluyendo con la danza hacia la denuncia social, la concienciación necesaria para que el arte se convierta en la conciencia viva de una sociedad enferma.
Una coreografía en la que la bailarina y directora de Danzarena AC, Cynthia Aguirre,expresa a través de la danza un grito de denuncia social, con el que critica muchos de los conceptos que encadenan al ser humano a las convenciones sociales, que apaga gritos y acalla conciencias.
La danza como herramienta, como arma que fluye alrededor de una puesta en escena en la que los objetos con los que cubrimos nuestros cuerpos y nuestras mentes –vestidos, banderas- cobran protagonismo.
Cynthia Aguirre va más allá de las limitaciones que la danza clásica le pueda presentar, por lo que explora su cuerpo a la búsqueda de nuevas plasticidades, nuevos retos expresivos para una bailarina con sólidos cimientos en la danza clásica y contemporánea.
De ese modo, como la propia artista reconoce, este trabajo es la expresión de las cosas que la mueven, que la hacen sentir, para con ellas hacer un todo a través de la expresión corporal, incorporándolo a la coreografía.
En su puesta en escena realiza toda una declaración de intenciones al mostrar al público una cartulina en la que se puede leer “Yo no quiero hijas obedientes porque de personas obedientes esta hecho el reino de los cielos y yo no quiero reinos ni reyes en el cielo”.
A través del hilo conductor de la obediencia debida a tantas personas, organismos, símbolos, la artista se cuestiona como esa obediencia se arraiga en los problemas que azotan a la sociedad actual, las leyes, los gobiernos, las injusticias, que van creando una sociedad en la que nadie se cuestiona nada, limitándose a obedecer.
La danza con la bandera, llena de simbolismo, expresa la sumisión a los símbolos a través de la que los poderosos ejercen su control sobre el pueblo, apelando al respeto de esos signos en los que se fundamenta el país, pero que ellos mismos prostituye, retuercen y usan a su conveniencia para asegurarse la sumisión final en nombre de la patria. Todo se vende, el silencio, el grito, la patria, todo.
Enlaza de ese modo con los vestidos, que se convierten en una segunda piel, que distingue al rico del pobre, al soldado del político, de cómo la indumentaria marca el trato que una persona recibe cada día, todos adoramos al bien vestido y execramos al humilde.
Los cambios de vestido, como cambios de piel, de apariencia, de discurso, ante la mirada de la gente, a la que cegamos con la ilusión de la tela, evitando mostrarnos tal cual somos, ocultando a los ojos de los demás nuestra verdadera esencia.
Una excelente selección musical acompaña la puesta en escena, con temas diferentes para cada bloque, a través de la cual Cynthia Aguirre expresa por medio de la danza contemporánea toda su esencia clásica, mostrando una gran fuerza, tanto física como expresiva, que sobrepasa los límites de la danza, incursionando entre el teatro, el performance, sin dejar de lado el alma de bailarina de Aguirre, que llena la escena en todo momento.
La artista usa una pantalla para proyectar un video en el que construye una casa de papel, al tiempo que lo hace frente al público de manera simultánea, hasta que finalmente la casa del video arde, ante la mirada de la bailarina, donde se hace patente la fragilidad de los sueños que construimos alrededor de nuestras familias y la facilidad con la que las llamas pueden convertir nuestras vidas en humo.
Cierra el espectáculo la constatación de que todos somos testigos de todas estas cosas, cómplices de callar lo que nuestros ojos ven, para lo que los plasma a través de la fotografía que proyecta en la pantalla diferentes ojos, espejos de un alma en descomposición que silencia lo que vemos cada día.
Danzarena y Cynthia Aguirre demuestran una vez más el tremendo poder del arte para despertar conciencias.
Como se puede se consciente del hecho artístico y al mismo tiempo vivir pisando la realidad, fluyendo con la danza hacia la denuncia social, la concienciación necesaria para que el arte se convierta en la conciencia viva de una sociedad enferma.