en el centro de la habitación,
entonces, debe haber un elefante, pero si el elefante no pudo ser
porque no cupo por la puerta,
lo que supla a ese elefante debe ser todavía más grandioso”.
Jorge Arturo Vargas Cortez,
Director de Teatro Línea de Sombra, charla dentro del taller Intervención de espacio,
Quintas Carolinas, Chihuahua 2009
-Esta línea que ves de color amarillo representa el sistema capitalista, nuestra economía de mercado; las diminutas peceras con agua representan las supuestas soluciones de los gobiernos ante la crisis social que enfrentamos, elegí darle al espectador las peceras grandes con agua al entrar al salón, y entonces, allí frente a todos vacié la caja de peces vivos, peces grandes, vivos, mientras en la pared se proyectaban imágenes de niños en zonas marginales. - Esta es la explicación que el espectador busca de una acción performática, no sé bien a bien si es la pregunta: ¿y esto qué significa?, lo que me martilla la entraña, o si es el hecho de que se me exija explicar mis procesos mentales convertidos en acción lo que me incomoda. A pesar de todo esto, dilucidar, articular los procesos es un ejercicio que me obliga a clarificar ideas y conceptos; y es en estas fracturas mentales en las que me apoyo para dirigir mis impulsos expresivos. El estudio de la materia artística en relación a la sociología, la antropología, la economía de mercado y la política entendida en su sentido más amplio, me parece prioritario para quien se presume creador, yo solo intento hermanar los universos creativos con el universo teórico y porqué no, el mundo académico, intento dejar de opinar para empezar a argumentar y refugiarme en el pensamiento, en un discurso. La opinión no es lo mismo que el pensamiento, la opinión es frívola, nace de la soberbia y la ignorancia, el pensamiento unifica, viaja en las profundidades de una consciencia que quizás podemos llamar colectiva y “se regodea en el mundo del espíritu” (Angélica Liddell, La Casa de la Fuerza, s.p. 16, 2009).
Me interesa esta intersección entre el sistema capitalista, el objeto o podemos decir producto artístico y el proceso creativo. Quizá primero tenga que dibujar un conjunto de líneas que nos introduzcan en este laberinto teórico práctico.
El arte, no escapa a los tentáculos del sistema hegemónico y no podemos negar que sus manifestaciones disciplinarias han trabajado en beneficio de este sector poderoso. La obra de arte, al ser susceptible de convertirse en propiedad privada, ha entrado directamente en el mercado de valores y los coleccionistas la utilizan para sostener su posición dentro del juego capitalista.
En un mundo mediático, hace ya algún tiempo que lo que nos es contado como la realidad no necesariamente es real y quizá por ello es que algunos procesos creativos se valen del documento para hablar de la realidad valiéndose de lo real. Vivimos sumergidos en la vorágine de un sistema que no deja permear los hechos reales y nos dibuja una realidad muy conveniente para el engranaje mercantil. Las alternativas de un mundo global nos permiten como creadores separarnos de este engranaje por instantes, para observar su funcionamiento, de tal manera que el arte pueda revertir el funcionamiento de esta máquina y convertirse en el grano de arena que atasca los engranes ¿será entonces el arte una posibilidad de mostrar aquella realidad que nos es velada por las clases dirigentes?
Tengo la imagen de la acción del artista belga Francis Alÿs La fé mueve montañas, (Lima, Perú, 2002) quinientas personas para mover con palas una duna del desierto, un par de centímetros de su lugar. Georges Bataille propone que la sacralidad reside en el puro gasto, en el derroche, esto se contrapone al sistema capitalista que persigue la mayor ganancia al mínimo de esfuerzo. Las resonancias metafóricas de la acción de Alÿs, el altísimo costo y la nula ganancia, nos ponen de manifiesto un infinito derroche que bien puede ampliar nuestra noción de sacrificio y los terrenos de lo sagrado, sin pasar por el plano religioso. Cuando Georges Bataille se aleja del arte por considerarla incapaz de manifestar aquello que es no-asimilable (Mariana Botey, “Hacia una crítica de la razón sacrificial: Necropolítica y estética radical en México. www.des-bordes.net, junio 2009) también refuerza la idea de una razón irracional, aquello que llamamos arte se había convertido en una herramienta más de las mentes que dictan las maneras de decir y actuar, la exhibición de un talento o virtud sin dar cabida alguna a la reflexión de lecturas complejas que se conectan con un entorno inmediato en un tiempo determinado. En contraposición el creador empieza a preguntarse de su papel cobrando un sentido colectivista y alternativo dentro de este medio mercantil del arte; son los artistas plásticos quienes dan inicio a este debate, quitándose el ropaje de las disciplinas y las Bellas Artes, para cuestionar el objeto y al autor, de allí que se retoma la magia de lo efímero. Reconocemos las fracturas en el arte como por ejemplo en Corrientes como el Fluxus:
“Thus FLUXUS is definitetly agains art-object as non-functional commodity to be sold & to make livelihood for an artist. It coyld temporarily have the pedagogic –ction of teaching people the needlessness of art including the eventual needlessness of it –t should not be permanent” (George Maciunas, Letter to Tomas Schimt (1964) Performance Art, 726).
Entonces empiezas a cuestionar y cuestionarte, a fin de cuentas todo es una constante repetición y quizá puedes refugiarte en el nihilismo.
El nihilismo del latín nihil, "nada" es la doctrina filosófica que niega todo aquello que ha sido considerado significativo en la vida del hombre. Más frecuentemente, el nihilismo se presenta en la forma de nihilismo existencial, el cual sostiene que la vida carece de significado objetivo, propósito, o valor intrínseco.
El nihilismo hace una negación a todo lo que predique una finalidad superior, objetiva o determinista de las cosas puesto que no tienen una explicación verificable; por tanto es contrario a la explicación dialéctica de la Historia o historicismo. En cambio es favorable a la perspectiva de un devenir constante o concéntrico de la historia objetiva, sin ninguna finalidad superior o lineal. Es partidario de las ideas vitalistas y lúdicas, de deshacerse de todas las ideas preconcebidas para dar paso a una vida con opciones abiertas de realización, una existencia que no gire en torno a cosas inexistentes.
En este sentido el nihilismo no significa creer "en nada", ni pesimismo ni mucho menos "terrorismo" como suele pensarse, si bien estas acepciones se le han ido dando con el tiempo a la palabra. De todas formas hay autores que al nihilismo, entendido como negación de todo dogma para dar apertura a opciones infinitas no determinadas, le llaman "nihilismo positivo", mientras que al sentido de negación de todo principio ético que conlleve la negligencia o la autodestrucción le llaman "nihilismo negativo" También se les conoce como "activo" y "pasivo". Fuente, Wikipedia
Entonces viene la ruptura. Sería demasiado pretencioso reconocer la ruptura como algo original, siempre acuden a tu mente las cosas que bien, dentro de tu biografía, ya sea propiciado o de manera circunstancial han marcado tus propias percepciones. El creador vive en una especie de limbo perceptivo y es al mismo tiempo un anfibio que se alimenta de las contradicciones, por eso quizá nunca dejará tampoco de ser alguien que habita una constante lucha bipolar entre el mercado y la tendencia en turno y el supuesto descubrimiento de la originalidad, por eso creo y confío un poco más en el discernimiento y en los procesos. Los resultados son siempre perfectibles, los procesos son infinitamente valiosos y complicados de documentar.
En 2009, el colectivo Danzarena, A. C. conformado por tres activas, Cynthia Aguirre, proveniente de la disciplina dancística, María Sánchez proveniente del teatro y Perla Bonilla proveniente de las técnicas de video y cinematografía, lograron materializar un interés pedagógico que se concentrara en los procesos más allá de los resultados. Nace el Diplomado en Creación Escénica Contemporánea, donde se propiciaron encuentros afortunados como el de Teatro Línea de Sombra que vino hasta Chihuahua a detonar preguntas sustanciales para el desarrollo de una actividad concentrada en la conexión y la documentación de la realidad inmediata con la propia visión del quehacer artístico.
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Chihuahua es un estado que por su latitud se encuentra en una especie de isla rodeada de tierra, Chihuahua es la encarnación del dicho: Tan lejos de Dios y tan cerca de Estados Unidos. La ciudad capital, ubicada a poco más de trescientos kilómetros de la frontera más peligrosa del mundo, se convierte así en un lugar muy conveniente para decir y hacer, al mismo tiempo es un lugar de sitio, donde hemos tenido que acostumbrarnos al deambular de las patrullas y los militares, a la imagen de hombres dotados de armas largas, sin contar el sinnúmero de ejecuciones, decapitaciones y secuestros a cargo del crimen organizado.
¿Qué tipo de manifestación que se hace llamar artística, puede competir con el rictus de muerte del encabezado cotidiano del periódico?, la espectacularización de la violencia se ha vuelto la mayor competencia artística. Quizá podemos preguntarnos ¿Cuál es el papel del arte en relación a dicho orden social?, ¿Cuál es el discurso que debe sustentar frente a ello, si es que le interesa tomar alguna postura?
Artistas como Teresa Margolles y Rosa María Robles, ambas nacidas en el norte del país, han planteado su postura en relación a los sucesos de la tan en boga, narcoviolencia, Chihuahua, sigue planteando sus discursos en tierra de revolucionarios, gente brava y hospitalaria que dio luz a un país bárbaro. Quizá la realidad sea muy diferente a esto. Chihuahua es tierra de vestigios de luchas sofocadas por el poder hegemónico de aquellos que se postulan a favor del progreso. La vecindad con el país norteamericano sin nombre ha sido muy conveniente para ambos bandos y el creador local se ha mantenido tibio en sus reacciones a los hechos, desde los feminicidios hasta la narcocultura en la que se ha visto inmerso.
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La Quinta Carolina es una casa, hoy en ruinas, que data del Chihuahua de antaño, ese Chihuahua de hacendados y latifundios, una casona que resguarda los vestigios de un México polarizado por la desigualdad social. ¿Suena familiar?, quizá por eso es un lugar emblemático que decidimos tomar como escenario de un proceso creativo. Quiero hacer hincapié en la palabra proceso donde el creador transita por un pasillo mental no transitado anteriormente, e intenta quitarle el velo a todo aquello que, por imposiciones sociales, económicas y políticas, nos ha sido velado. El proceso obliga a concentrarse en un andar despacio (slow down), que se contrapone con el sistema capitalista que evita los espacios de reflexión y nos hace concentrarnos en resultados inmediatos para la satisfacción de necesidades inventadas. Por eso los espectadores buscamos necesariamente entender, razonar los mecanismos de nuestra percepción en relación al análisis de una pieza artística, pero, como dijera Bataille, sólo Eros y Tánatos son capaces de mover nuestras fibras más internas. Bataille renegó del conocimiento y decía encontrar lo que él llamó el no-saber, y ese no-saber solamente era asequible a través de la experiencia, aquella experiencia a la que se refiere Bataille es a la íntima conexión que tenemos con la muerte, con el erotismo, con el dolor, con la supervivencia, aquello que nos aterra, que nos perturba y que es por ende, fascinante. Aquí, la razón se ausenta.
Enfrentarnos visualmente a algo que nos da asco, repulsión, miedo, o que no entendemos y nos produce un bloqueo mental (racional) eso nos planta en una conexión directa con emociones primarias, un estado mental inconexo, difícil de articular. Esta disociación obliga a un proceso de lectura en otro ritmo del que estamos acostumbrados como espectadores inmersos en un sistema de producción capitalista que ha concentrado nuestra atención en el producto. Las reacciones oscilan entre el asco y la fascinación, innegablemente nos encontramos en un estado de asombro. La percepción no puede quedarse en este primer nivel, hay un otro discurso, la lectura se vuelve aún más compleja, estamos frente al pensamiento profundo, cuyas asociaciones problematizan de entrada nuestra percepción sensorial y nuestra mente trabaja el doble para dilucidar, decodificar el mensaje.
En el terreno del campo encuentra el artista un detonante creativo, el dolor y la violencia describen la historia de la humanidad, nosotros convivimos con el dolor y la violencia y, como en algún momento dijera Teresa Margolles, “hemos aprendido a ser felices al lado de ellos”. Observando nuestra propia aniquilación como un goce estético nos hemos mantenido inmóviles y la condición del arte es la movilidad. O más aún, podemos quizá atrevernos, como creadores, a tomar una postura política a través de estas piezas y de estos procesos artísticos que nos hablan la condición del ser – no ser.
Según Bataille la imposibilidad de ser y no-ser, de la continuidad y discontinuidad del ser, de no poder vivir ni morir sin anhelar siempre lo opuesto de lo que se desea, de no poder dejar de perseguir aquello que nos espanta y amenaza, eso es lo que sufren los hombres. La paradoja humana, en sincronía con la contradicción de la vida, donde hombres y mujeres no pueden ser auténticamente más que en la impotencia de ser, o en el terror de no-ser, que nunca sienten la intensidad de la vida y de su existencia, más que en el instante en que la pierden. Es por eso que el creador de manera más consciente que inconsciente busca refugiarse en una sacralidad a veces, sacrificial que le ofrece a sí mismo la experiencia de, a través de experimentar la vida en todas sus manifestaciones, transgredir los límites, la prohibición. Entonces el artista se entrega al derroche prodigioso que le hace pisar terrenos tanto fastos como nefastos y se aleja de la complacencia a los sentidos de un espectador que quiere permanecer resguardado en la oscuridad, protegido; un espectador que prefiere cerrar los ojos y no mirar aquello que le conecta con su propia muerte. El artista entonces confronta y desobedece a la clase hegemónica que busca poner en pedestal dorado a la pieza artística, así el artista engendra su pieza y la entrega en sacrificio a un sistema de cánones preestablecidos para que la destruyan. Y para Georges Bataille, allí reside lo sagrado en la destrucción y aniquilamiento de lo que previamente ha sido creado; la noción sacrificial.
Estas manifestaciones de fractura condicionan la percepción de manera tan radical como sus propuestas, por eso es imposible medirlas con los mismos juicios de valor con que mediríamos la obra escultórica del cinqueccento.
El artista valida necesariamente este proceso de creación mediante las reflexiones que pone de manifiesto a través de la pieza, involucrando un conocimiento de lo filosófico, lo social y lo político que pone en marcha un fenómeno antropológico que nos une o nos segrega, sirviendo a manera de medidor social.
El proceso artístico rebasa el terreno de la técnica y propone nuevos juicios valorativos sobre todo en relación a su razón de existir, en las bases discursivas sobre las que fue creada la pieza, el arte hoy navega entre los mares de la conciencia individual y colectiva, el arte es un proceso vivo y dinámico que juega con la percepción a niveles profundos.
Surge un enfrentamiento de la percepción en que a través del objeto o de la pieza debemos dar lectura a las ideas, no podemos quedarnos en la simple lectura del objeto, al decir objeto me refiero por su puesto a la pieza artística material, al resultado, al producto al que tanto nos tiene acostumbrados el sistema mecantil en que nos movemos y lo que debemos aprender a dilucidar detrás de ello es el proceso. Si bien es cierto que nuestra percepción está fundamentalmente condicionada por el contexto en que se desarrolla el individuo, si transitamos por el conocimiento o deberíamos decir, el no-conocimiento, que nos proporciona el arte a través de esta superposición de lenguajes nos damos cuenta que debemos abrirnos al conflicto que es provocado por la diversidad de los otros universos contrastado con el nuestro propio, para llegar al gran descubrimiento de que en aquella pieza nos hemos unificado. Tales lecturas requieren de mentes de espectadores abiertos a estructuras mentales flexibles.
Sólo mediante el desgarramiento de dolor excesivo de un otro ser, somos capaces de salirnos del yo y conectarnos con el dolor del otro, es así que empezamos a existir a través del dolor del otro. No podemos referirnos aquí a cualquier dolor, la mayoría de las veces solamente podemos aprehender el dolor a través del flagelo físico. Si queremos ir más allá, “sólo mirando fijamente su muerte puedo experimentar mi propia muerte”. (Margolles) Entonces, por un instante existe una conexión profunda, hay un fluir, uno se vuelve hacia el otro en una comunión de seres. Es aquí donde Eros entra en juego.
El erotismo entendido según Bataille es “la aprobación de la vida hasta la muerte”- “… assenting to life up to the point of death.” (Bataille,11) al entrar en contacto con la muerte entramos también en un profundo contacto con la vida y esto nos coloca en el exceso, en el derroche, en la plenitud, en el deseo, en el gasto, abrazamos la transgresión.
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La intervención de Quinta Carolina es un intento de revestir un proceso de un producto, ojalá pudiera dilucidarse a través de él lo que el proceso encarna, pero la utopía sigue siendo inalcanzable y los valores con que se mide la pieza siguen siendo inasequibles, como dijo Bataille en algún momento. De tal manera que lo que podemos trasmitir es simplemente lo que el espacio dicta como habitable de múltiples significaciones, que si bien son leídas o no, existen y seguirán allí, como un elefante en el centro de la habitación que nadie logra notar aún.